Por José Gabriel Martínez y Douglas Martínez
SAN SALVADOR, 13 abr (Xinhua) — La tranquilidad y la seguridad con que el pintor salvadoreño Efraín Orellana realizó una de sus más recientes obras de murales en la comunidad Joya de Cerén, del departamento de La Libertad, en la zona central de El Salvador, contrastan con los riesgos y los temores que apenas un año atrás suponía la realización de cualquier actividad en comunidades con presencia de pandillas.
El artista salvadoreño conocido como TNT explicó que este cambio radica en el enfrentamiento frontal del gobierno a las organizaciones criminales conocidas como pandillas o maras, señaladas como artífices de la violencia homicida y los delitos de mayor impacto en el país centroamericano.
El gobierno salvadoreño ha emprendido una guerra frontal contra las pandillas durante el último año para frenar la violencia homicida y otros crímenes asociados a estos grupos.
Acciones gubernamentales y medidas como el estado de excepción decretado desde marzo del año pasado han conducido hasta la fecha a la captura de más de 67.000 presuntos integrantes y colaboradores de pandillas, al tiempo que los homicidios se han reducido de manera drástica, según datos de la Policía Nacional Civil de El Salvador.
La mejoría en la situación de la seguridad en El Salvador se confirma “desde que entras a comunidades de alto riesgo”, dijo Orellana, quien desarrolla su arte con grafiti y murales en paredes de instituciones públicas y comunidades.
“Años atrás estaba muy complicado”, afirmó el artista, a la vez que recordó que en una ocasión, precisamente en Joya de Cerén, fue asaltado y perdió todas las pertenencias que traía consigo.
Orellana comentó que ahora las cosas se dan “bien” y el cambio en la nación centroamericana “es muy positivo”.
“Muchas personas están bastante agradecidas por lo que está pasando. Puedes entrar a lugares a los que antes no, abrir un pequeño negocio y no tener conflictos o hacer un pago extra”, dijo.
El pintor mostró también satisfacción por poder llevar su arte a espacios públicos de las comunidades, sin tener que preocuparse en exceso por la cuestión de la inseguridad.
“Estás cambiando un espacio y le estás dando color, vida, un contenido diferente, con partes culturales de El Salvador. Estamos llevando arte a las comunidades”, comentó.
Los avances de El Salvador en materia de seguridad quedan confirmados en las estadísticas oficiales y de organizaciones internacionales.
El país centroamericano, con una población de alrededor de 6,3 millones de habitantes, pasó de ser uno de los más inseguros y violentos del mundo, con tasas de homicidios por cada 100.000 habitantes de dos dígitos, al de mejor resultado del indicador en América Latina en 2022.
El año pasado, El Salvador registró una tasa de homicidios de 7,8 por cada 100.000 habitantes, cifra notoriamente inferior a la de 2021 (18,1) y otros años precedentes como 2015 (105), el más violento de su historia reciente, según las cifras oficiales.
Para el ministro de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador, Gustavo Villatoro, los resultados han sido posibles por el Plan Control Territorial (PCT) implementado por el gobierno, en combinación durante sus diferentes fases con la activación del protocolo de guerra en contra de las pandillas, bajo el estado de excepción.
Se adopta “una política de gobierno y Estado para neutralizar y desarticular la actividad terrorista de estos grupos criminales”, explicó Villatoro a Xinhua, al tiempo que subrayó que El Salvador “está decidido a desterrar el mal de las pandillas y salir al mundo con firmeza”.
El PCT contempla también acciones sociales además del despliegue de la Policía y elementos de apoyo del Ejército.
Entre estas acciones que se aplican en zonas con problemas delincuenciales de comunidades vulnerables están la construcción de espacios de esparcimiento para los jóvenes y el aumento de vínculos de éstos con el arte, el deporte y la cultura.
“La población, la gran mayoría de salvadoreños, ya está sintiendo los beneficios”, dijo al respecto Villatoro.
“Estamos recuperando el control sobre el territorio, acercando todas las instituciones sociales para hacer florecer nuevamente todas las comunidades que estuvieron durante tres décadas a merced de unos asesinos seriales, que solo imponían la justicia y el orden bajo su cultura de muerte”, agregó.
El ministro ponderó que la seguridad es algo transversal para cualquier país, por lo que en el pasado de El Salvador, “al tener el deshonroso primer lugar como país más violento del mundo, nadie quería venir a invertir”.
La situación actual, contrastó, es otra, pues “El Salvador hoy es viable”, con muestras como el incremento de la movilidad del turismo, al ver “un dinamismo bastante creciente en el país”.
Villatoro refirió que el gobierno salvadoreño tiene un compromiso con las comunidades y la población de seguir haciendo “todo lo necesario para mantener los éxitos de este combate frontal a los terroristas”.
El entrevistado consideró que con los resultados en los principales indicadores de seguridad y el cambio de las dinámicas sociales en las comunidades, El Salvador da una esperanza a la mayoría de los pueblos de que combatir a sus enemigos es posible.
“Estamos demostrando que sí se puede, aunque en este hemisferio nos han dado recetas para que nunca pudiéramos”, señaló el ministro, quien además recordó que las pandillas no nacieron en El Salvador, sino en Estados Unidos, que las exportó al país centroamericano con la deportación indiscriminada de criminales que cumplieron condenas allá.
Haber estudiado las pandillas desde su génesis, apuntó Villatoro, “nos permitió desarrollar toda la estructura necesaria para mantener, sostener y defender este país”.
“Ya no va a ser un país de pandillas, ni tampoco un país santuario de aquellos que cometen crímenes en Estados Unidos, cumplen su pena y vienen deportados”, sentenció.
El respaldo de la población a las medidas de seguridad del gobierno, superior al 96 por ciento, deja claro para el ministro que lo que se hace tiene legitimidad.
“Y más allá de la legitimidad, permite que nuestros ciudadanos puedan vivir en libertad y seguridad en sus comunidades”, concluyó. Fin